Leo en buena hora El imperio de Kapuściński, libro que considero imprescindible en la biblioteca del reportero. En sus lúcidos viajes a una agonizante Unión Soviética, y siempre voraz de verdades, el escritor polaco nos desglosa en poco más de 300 hojas el porqué de ese enorme país llamado Rusia.

Logro también entrever, y citando a Dostoyevski, una sutil crítica al europeo, al blanco, cuyo mundo actualmente parece derrumbarse sin hacerlo, ante los estragos de guerra y pandemia.

El precio de los combustibles se dispara y los gobiernos mediterráneos vuelcan sus ojos al Sáhara, a Oriente Medio. Los titulares subrayan las palabras en venta de estos días: Crisis, Recesión, Refugiados, Tercera Guerra Mundial. Pero, a decir verdad, con perdón de insomnes y desvelados, la desesperación no es suficiente para quitarle el sueño al español promedio, país en donde resido actualmente.

El sol primaveral comienza a brillar, las restricciones se levantan, los números de pacientes covid en UCI no aumentan, y la cerveza sabe mejor que nunca. La fiestas de primavera han sido un éxito esperado, al menos de las que he tenido noticia, Sevilla y Murcia, tierra de la más asoleada en la vieja España. Pero volviendo al Imperio Soviético que cita Kapuściński, siempre al acecho del ideal de vida occidental al cual pertenecemos. La amenaza es real.

Las escenas en el telediario, con música dramática de fondo, asustan mucho, pero en las terrazas españolas ya no es el tema clave de conversación. Es curioso el tiempo tan corto para volverse insensible a la tragedia, en fin; televisión, la distancia y el tiempo. Pero que todo puede empeorar el día de mañana. James Fallon, el respetado y famoso neurocientífico (Yo no lo conocía hasta hace un par de días) ha diagnosticado a Putin como un psicópata capaz de presionar el botón nuclear en cualquier momento. Esperemos que nos pille con una cerveza bien fría.

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