Vender elogios da de comer pero no dignidad.
Por Inocencio Yáñez Vicencio.
Para no terminar en la mendicidad cultural, hay que nutrirse de argumentos, que no llenan el estómago pero si la mente y el espíritu.
Vamos a darnos una vuelta por el Parque Juárez de Xalapa, para visitar la Feria del Libro de ocasión. Para mi los libreros de ocasión son auténticos trabajadores de la cultura que hacen un verdadero servicio social, sacando los libros viejos del rincón, recatarlo del hongo y de la polilla. Desde varios años, mi amigo Eligio Ramírez, viene impulsando ferias que debemos apoyar, porque hoy como nunca el libro está por muchas razones bajo asedio. A Eligio lo conocí exponiendo lobros en el primer cuadro de la CDMX, con el difunto Arcadio. Se inició con Raúl Valdominos y Juan Chacón, con los cuales me une una relación fluida. Estoy convencido que los que se dedican a poner en circulación libros antiguos y agotados, son verdaderos soldados de la República de las Letras. Como todo, por necesidad o circunatancias de la vida llegué a los libros. Para entrar a la secundaria tenía necedidad de libros. Le pedí a la señora Hilda Rivas, que se decía mi madrina, los libros que desocupaban sus hijos. Me los prestos, todos desbaratados y me dijo: en un mes los quiero de vuelta. Le vivo agradecido, porque en treinta días tuve que leerlos. Mi primer empleo fue de bibliotecario en la Escuela Técnica de San Pablo, Milpa Alta. A más de dos horas de distancia de mi domicilio y del Casco de Santo Tomás, donde estudiaba.
La Lagunilla, era mi paseo dominical. Yo ese lugar lo veía como un santuario. Ahí se daban cita Carlos Monsivaís, Horacio Labastida, Arnaldo Córdova…buscando libros antiguos y descatalogados. Tuve la fortuna de conocer y tratar a decanos como Jesús Medina, en la calle de Seminario, atrás de la Catedral. A sus hijos Chucho y Pepe. Chucho Medina tenía una librería en la calle de Madero, preciosa. En Guatemala y Argentina estaba la librería Antigua de Robredo. En Donceles estaba la señora Polety, que invariablente presunta que la frecuentaban ministros. Sin duda. Toda la existe. Se especializa en libros de derecho. Para los que estudiábamos a fines de los sesenta, en cualquier aprieto, era obligado acudir a la Librería Sotelo de la calle Puente de Alvarado. Cuando llegábamos a ofrecerle un libro de texto nos pedía la credencial y una vez acreditado, nos pagaba bien el libro. Su hijo Ramón tuvo en esa calle una librería que también heredó a un hijo. Una de las hijas del señor Casillas se casó con el señor Ubaldo López, que a partir de ahí se hizo librero. Ese matrimonio procreo hijos que se iniciaron ayudando a su padre en la Liguilla, que más tarde tuvieron la fortuna de instalarse en las calles de Donceles, de mucha tradición librera, en el momento y en el lugar adecuado. Les fue extraordinariamente bien, pero hoy el internet y las exposiciones itinerantes los han hecho cerrar locales, porque sus mermas no les permiten pagar rentas muy caras.
En Oklahoma 25, tuvo su librería el licenciado Jorge De Negri, decano de libreros, que se decía le formaba biblioteca a presidentes. Ese señor lo recuerdo con mucho cariño, porque siempre me expresó un afecto muy sentido. Un día le comenté que me interesaba el Manual de derecho constitucional, de Leon Duguit. Me dijo ahí lo tengo, apuntando una montaña de libros, pero necesito tiempo. Ven en tres días. Regresé y ya me lo tenía. En otra ocasión, el licenciado Francisco Ramírez, que había sido ministro, le dio a consignación a los Polety, su librería, que al poder sacarla, llano a Don Jorge De Negri, para que lo ayudara a venderla. La casa estaba entre Xochicalco y Miguel Lauren ( por el Parque de los Venados ). El área era del tamaño de una cancha de básquetbol. Eran 150 mil libros. Concidí con Arnaldo Córdova, quie facturaba a nombre de la Presidencia. Era el sexenio de Salinas. Arnaldo fue asesor de Amlo, hasta sus últimos días. Bueno pues retomando el hilo. Cada sección era deslumbrante por los documentos que contenía. Cuando yo estoy frente al bloque de derecho y ciencia política, llega Polety y me advierte que todo eso ya esta vendido. Al retirarme de esa área se aproxima el licenciado De Negri y me dice al oído: tu ve, cuando este bribón se vaya a comer te los vendo y asi fue. Nunca más he visto libros que esa vez le adquirí. El lote que purgué fue vendido, sólo los libros de derecho en millones de pesos a la Cámara de Diputados. Pasado el tiempo me encontré a Polety y me recordó que Don Jorge De Negri, me quería mucho, de lo que infiero que le informó.
Actualmente existen en la CDMX, muchos basares: en la UNAM, en el callejón de la Condesa, en algunos espacios de La Lagunilla, en el jardín del Parque de San Fernando, en la Alameda, en Coyoacán, en la Avenida Reforma, en el Monumento a la Revolución.. siendo el más concurrido el que coordina mi amigo Juan Paez, cada sábado en el Panteón de San Fernando, ubicado entre Guerrero y Puente de Alvarado.
Los últimos días de febrero de cada año se realiza en la CDMX, la más inportante feria del libro de ocasión. Van 36. Ha tenido como sedes El Callejón de la Condesa, El MUNAL,La Plaza Manuel Tolsá, El Casino Metropolitano y últimamente La Alameda Central. Se realiza paralelamente a la llamada Feria Internacional de Libro de Palacio de Mineria, digo llamada, porque Feria internacional del libro, en México, universidad hay una: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y lo es porque ahi es donde acuden editoriales extranjeras ( algún extraviado se aparece ), en las demás asisten distribuidoras. La Feria de Palacio de Mineria ha sido bloqueada por la 4T. El FCE expone en el edificio de Correos. No tenemos una Feria como la de Frankfurt, pero, la de Guadalajara, es ya una de las primeras.
En Madrid, desde hace muchos años, a un costado del Museo Del Prado, el gobierno le construyó michos puestos a los anticuarios. Es conocido ese lugar como La Tocha, por tener enfrente la estación ferroviaria que lleva ese nombre. Son muy flojos , unos abren un día, otros, otro y no tienen hora. Acá por la Plaza del Callao, en la calle de Libreros, solo quedan tres. En Barcelona. En Buenos Aires. En muchos lugares se apoya a los libreros de ocasión. En México no se les apoya.
Era de admirarse la biblioteca de Don Jesús Reyes Heroles. Por cierto esa casa en que lo visitamos en Arenal 14, Chimalistac, acaba de ser derruida. Nos decía Don Jesús, que el tenía buscadores de libros. No se los aconsejo. Un libro sobre Sieyés, en la Tocha, 20 euros, el buscador 700 euros. Aquí también, hay quien te pide por la Enciclopia Internacional de las Ciencias Sociales de la editorial Aguilar, hasta 20 mil pesos. Si la buscas ahí en el Parque Juárez, la puedes encontrar en 5000 pesos. Bueno hay algunos que quieren un Buen Fin, pero por el dolor de pagar por un buen libro, en lugar de un buen fin, terminan vendiendo halagos a escorias que habiéndoles crecido la inseguridad, ninguna cuenta buena pueden dar, si fallaron en la principal tarea que tiene un gobernante, que es dar seguridad a la vida de sus gobernados.
En las calles de Donceles, por cierto, a una cuadra de Santo Domingo, donde por unos cuantos pesitos te dan títulos hasta nobiliarios, de esos que sólo la 4T valida, hay librerías de mucha calidad, pero muy caras. Mi amigo Fernin López Casillas, me pedía 50 mil pesos por la primera edición de la historia de Xalapa de Manuel Rivera Cambas. 5 tomos de 1869 a 1871. Yo la compré en 10, pero es rarísima y nadie la vende en ese precio. Los pobres invertimos tiempo. Pero estoy convencido que que pertrecharse de libros y argumentos, por lo menos sirve para no terminar en la mendicidad ciltural. Es mejor acumular cultura que la vergüenza de no poder decir qué escuela te vendió ese título o no poder decir quiénes fueron tus compañeros de generación o no poder demostrar en una confrontación que sabes sistematizar y articular, que sabes construir y desmontar una teoría. Para no emular la manada que recluta Rocío, hay que empezae por darse una vuelta por la cultura, porque es hora que sepan que un libro les puede servir mejor que esos menesterosos que a cambio de unas monedas les cubren de elogios, que ni siquiera sus destinatarios se creen y si se los creen, la decepción va a ser muy dura.