
Sin tacto
La sucesión en la UV (2)
Por Sergio González Levet
A estas alturas, debe quedarle claro a los oponentes a Martín Aguilar que no le arrebatarán la Rectoría de la Universidad Veracruzana con la única manifestación de que rebasó la edad para ser Rector. Tienen que buscar otros elementos y mejores argumentos, aunque les cueste más trabajo físico e intelectual.
Por ejemplo, deben documentar de manera clara cuánto perdió la UV, en términos financieros, por la complicidad de Martín con Cuitláhuac García. Cuánto costó que el Gobierno del Estado no cumpliera, ni cumpla todavía, con la ley que dicta que la UV debe recibir el 4% del presupuesto estatal. También deben documentar o calcular qué significó ese faltante en el desarrollo académico de la UV y el cultural de Veracruz.
¿En qué complicidades o componendas se sostuvo esa relación entre un Gobernador autoritario y un Rector sumiso? Tan sumiso que casi por “acuerdo rectoral” el mandatario ahora innombrable fue nombrado inventor emérito, para ofensa y escarnio de los verdaderos académicos productivos de la UV.
Los oponentes tienen que documentar los privilegios que la Rectoría de la UV le concedió al hermano de Cuitláhuac, y que está a punto de concluirle la construcción de su teatro, en terrenos que permanecieron durante décadas como reserva jardinada de la UV.
Es indispensable que los opositores logren que se transparenten los costos estratosféricos de las obras nuevas y de mantenimiento, para que se vea dónde hay boquetes inexplicables.
Que le exijan al actual rectorado que explique su actuación incongruente, al decirse defensor de los derechos humanos, pero sin acepar una recomendación de la Comisión Estatal por el acoso laboral a una trabajadora por parte de la Secretaria de Desarrollo Institucional de la UV; una administración que se dice preocupada por la sustentabilidad ambiental y el cambio climático, pero que buscó acallar cualquier crítica de sus académicos al Tren Maya y a la refinería de Dos Bocas.
Y también que los adversarios de Martinillo hagan una comparación objetiva con el resto de rectores de la autonomía; y quizás resulte que no es tan creativo y bien informado como Víctor Arredondo; ni tan líder y operador político como Raúl Arias; ni tan culto y arrojado como Sara Ladrón; sino que se verá mediocre, aunque tampoco la mediocridad es tan mala, sino apenas medio mala.
Recordándole la edad no lograrán eliminarlo, menos aún con una Junta de Gobierno que, como hace cuatro años, ya casi tiene en la bolsa.
Pero ésa es otra historia…