Sin tacto
Por Sergio González Levet
Veracruz es un dechado de olores y colores que extasían el alma y los sentidos. La variedad de su naturaleza despampanante llena los ojos y las narices de exquisiteces que se procesan con regocijo elevado.
Pero los sabores llevan a otra dimensión, ya casi ajeno de lo humano.
La cocina jarocha reina en la gastronomía mexicana, que es la reina del mundo.
Si quieres comer bien y sabroso, ven a Veracruz, podría ser el exitoso eslogan de la Secretaría de Turismo, si existiera…
Sin embargo, no es fácil hallar en estos lares una barbacoa más o menos decente. Y debe ser porque no es un platillo que quepa muy bien en la exaltación local de las especias y los frutos de la tierra, que se mezclan insospechadamente y dan lugar a gustos incomparables, a volutas que revientan el apetito en una fiesta de la multiplicidad hecha una en un plato compuesto en medio del humo.
Bueno, el domingo pasado descubrimos un muevo lugar que ofrecía barbacoa y consomé de borrego.
Era de una emprendedora más que buscaba el sustento y la vida que nos quitó la pandemia del coronavirus.
Había logrado componer su lugar, modesto y limpio, y la clientela empezaba a llegar para consumir. Pero la señora se veía enojada, de malas, incómoda en su papel de emprendedora obligada por la abulia del inútil de su marido, que insistía en seguir en el lado de los millones de desempleados que hay ahora en México.
Nos ofreció, malhumorada, un paquete que consistía en medio kilo de barbacoa y un litro de consomé.
Como nosotros somos de buen paladar aunque frugales, le pedí que nos sirviera un cuarto de barbacoa y que el restante nos lo pusiera para llevar.
Y ahí vino lo bueno, porque ella volteó la cara hacia mí y me dijo, disgustada y de mal modo:
–pues así no se puede.
Yo le pregunté la razón y me contestó con una lógica indigna de tanta contundencia:
–No se puede porque un cuarto de borrego se hace muy poquito ¡y no se van a llenar!
Seguramente esa señora es de las que piensan que un kilo de fierro pesa más que un kilo de algodón.
Yo entendí que ella pretendía encajarnos otra orden para llevar, pero lo que no pude comprender fue la ira mal contenida que reflejaban sus actitudes y sus palabras.
Había conseguido poner un negocio y al parecer le iba a ir bien, pero no lo disfrutaba de ninguna manera.
He ahí el problema en el que estamos todos: el encierro, el miedo al contagio, el cambio de vida nos tienen postrados por el enojo, cegados por la rabia de haber perdido nuestro mundo, el que fuera.
De una o de otra forma, vamos a ir saliendo de los problemas.
El dilema es que logremos salir ilesos de tanta furia.
Ah, y hasta eso, los tacos estaban bastante buenos.