Sin tacto
El chiste de Samuel Schmidt /2
Por Sergio González Levet
Continúo con los divertidos y reveladores libros del doctor Samuel Schmidt sobre
el chiste político (¿y su relación con el inconsciente mexicano?), al que ha sumado
uno sobre chistes étnicos.
Sobre esos últimos, dice “que todos encuentran alguien de quien reírse, pero
una buena cantidad de los chistes se encuentran en la raya entre la mofa, el
desprecio y abren la puerta a alimentar la discriminación y el odio, que también
están en boga.”
Precisa el maestro e intelectual que “el chiste según Freud desnuda y destruye.
El chiste encuentra aquellos elementos que molestan -especialmente en la
política- y se lanza a destruirlos, pero por eso mismo se pone en la raya entre
crítica y discriminación. Aclaremos que los chistes que cuentan mujeres sobre
hombres y éstos sobre mujeres no implican un odio mutuo, se ríen para criticar.
¿Mamá por qué hombre en inglés es men? Porque son mendigos, mentirosos,
mensos, mencabronan, pero mencantan.”
En su análisis, Schmidt ha descubierto que si el chiste lo hace alguien “de
casa”, hay cierta aceptación. Por ejemplo, en Estados Unidos un negro se puede
dar el lujo de usar la expresión “nigger” hacia otro negro y no se percibe tan
insultante como cuando la emplea un blanco.
Y miren esto que afirma: para “los que lo dudan sobre el peso y reacción ante el
‘agravio’ hay que recordar el ataque contra Charlie Hebdo en París después de
publicar caricaturas sobre Mahoma. Un judío mesiánico me dejó de hablar
después de contarle un chiste sobre Jesucristo (Yehoshua). María le dice a José:
Ya supéralo, solamente fue una vez.”
No obstante, recuerda que siempre se pueden contar chistes en contra de los
diputados. “Ahí si todos los cuenta-chistes se encuentran a salvo. No
encontraremos a alguien que se ofenda si nos burlamos de los políticos,
presidentes y toda la fauna que se cierne vorazmente sobre la humanidad, pero
hay de aquel que cuente un chiste sobre judíos, gallegos, argentinos en el lugar y
momento inadecuados.”
Dejo a Samuel la palabra hasta el final:
“El chiste es catártico, ayuda a mover los humores, estimula los músculos y a
su paso deja placer, excepto cuando no lo hace.
“El chiste no es una agresión personal a menos que se lo disparen a uno
directamente, incide en estereotipos y arquetipos y al identificarse uno con lo
agredido se convierte en afrenta personal.
“Vivimos en una época difícil, domina la posverdad y el poshumor, estamos
rodeados de odio e intolerancia y nos molesta todo aquello que rebasa la línea
aunque sea un poquito, porque a final de cuentas el que tanto es tantito se ha
reducido a cero tolerancia.”
Una mujer se viste bien para ir de compras, regar las plantas, tirar la basura,
contestar el teléfono, leer un libro e ir al correo.
Un hombre se viste bien para ir a funerales y bodas.