Prosa aprisa
El ORFIS cuestiona a la administración cuitlahuista
Arturo Reyes Isidoro
No, para nada me imaginé que la Auditora General Titular del Órgano de Fiscalización Superior (ORFIS) de Veracruz, Delia González Cobos, fuera una bolichista consumada.
Por fin ayer, luego de una larga espera, puso la pesada bola en sus manos, tomó impulso y la echó a rodar sobra la pista del Congreso local y, ¡pum!, hizo chuza sobre el gobierno cuitlahuista. Tumbó todos los bolos, pinos o palitroques y quedó al descubierto un presunto daño patrimonial por 2 mil 645 millones de pesos, solo del ejercicio fiscal de 2019, correspondiente al primer año de la actual administración.
Especificó que 46 entes estatales presentaron irregularidades por 566 millones de pesos.
Contra quienes pensaban que la exProcuradora Fiscal en la Secretaría de Finanzas y Planeación iba a salir con un parto de los montes, la maestra dio muestras ayer de que la responsabilidad de su cargo y la autonomía de su institución imponen el deber sobre cualquier consideración de pertenencia a un equipo de gobierno. Mostró que tiene “dientes”, para usar un término en el sistema de fiscalización. Al menos eso dicen los resultados.
De entrada, el resultado de su informe deja muy mal parada a la Contraloría General del Estado, lo mismo a la primera titular, Leslie Mónica Garibo Puga, quien estuvo desde el inicio de gobierno hasta septiembre de 2019, como a la actual, Mercedes Santoyo Domínguez, quien entró al relevo el 13 de aquel mes y año, pero quien ya se venía desempeñando como directora general de Fiscalización Interna de la dependencia.
¿Dónde estaban que no vigilaron a los contralores internos de los entes de la administración a las que el ORFIS detectó presuntas irregularidades? ¿A qué se dedicaron los contralores internos?
Las irregularidades detectadas fueron, de acuerdo al informe entregado a la Comisión de Vigilancia del Congreso local, a dependencias como la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP), la de Desarrollo Social, la Coordinación General de Comunicación Social, a los tribunales Superior de Justicia y de Conciliación y Arbitraje, al Consejo de la Judicatura del Poder Judicial, a la Fiscalía General del Estado, al Instituto Veracruzano de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, a la Universidad Veracruzana y a la Secretaría Ejecutiva del Sistema Estatal Anticorrupción, entre otros.
Cabe suponer que el ORFIS notificó y requirió en su momento a los titulares de los entes observados para que aclararan y solventaran (comprobaran) las irregularidades y los recursos mal administrados, pero todo hace suponer que o no lo hicieron o no pudieron solventar porque no tienen con qué, pruebas, documentos, facturas, notas.
El balón quedó ahora en la cancha del Congreso local donde se iniciará una etapa de solventación, que, si la normatividad no ha cambiado, abarca un periodo de 60 días, esto es, los administrativos de las dependencias e instituciones involucradas tienen una nueva oportunidad para aclarar y comprobar las irregularidades y de no hacerlo pueden ser objeto de denuncias penales por daño patrimonial.
Habrá que dejar correr el término, aunque los entes observados pueden inconformarse y acudir al Tribunal de lo Contencioso Administrativo, lo que no implica que el ORFIS pueda, en su caso, presentar denuncias penales.
El Gobernador, se precipitó
Momentos antes de que la auditora González Cobos presentara el informe de resultados, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez criticó el retraso. Hasta ahí, bien.
Pero extrañó que a la par preguntara “¿cómo diablos?” van a encontrar culpables “si es la Cuenta Pública 2019”, aunque luego matizó y dijo que si al paso del asunto por el Congreso encuentra quién es el responsable, “hay que llamarlo”.
Hizo otra declaración interesante: dijo que ya se había dado a conocer un informe preliminar “y nosotros atendimos todo”, pero entonces ahora “nos dirán si quedó algo pendiente, cuánto y qué debemos hacer”.
En el mundo de los contralores y de los auditores saben muy bien, pero requetebién, que es fácil seguir la huella, el rastro de los infractores, de los presuntos responsables. Sí es fácil encontrar a los culpables y a los responsables, así se trate de la Cuenta Pública de años anteriores. Creo que la expresión “cómo diablos” aplicaría más bien a cómo diablos le van a hacer para comprobar el millonario faltante.
Lo que está diciendo el informe de resultados es que no se atendió “todo”, como afirma el gobernador, o que bien le mintieron sus colaboradores de que lo hicieron, pues, como sospechó, sí quedó algo pendiente, ahora ya sabe por cuánto (566 millones de pesos de su administración), y sobre qué deben hacer lo tendrán que resolver sus administrativos o, como se hacía antes, contratar a un despacho especializado de la Ciudad de México (cobran una milloniza) para que les limpie las cuentas y eviten ir a dar a parar a Pacho Viejo.
¿A qué se debió el retraso de la entrega del informe? La pandemia de Covid-19 es un buen argumento de justificación. Hubo la versión de que poderosos intereses se movieron para retrasarla a fin de no afectar la imagen del Gobierno del Estado ante la elección que venía, porque habrían sabido que varias dependencias salían bailando, como se ha comprobado.
La actual administración presume de honestidad. La auditora superior la pone a prueba. O aclaran y solventan o los responsables tendrán que vérselas con la Fiscalía. Dijo el gobernador que si se encuentra quién es el responsable (son varios) “hay que llamarlo”. Ya veremos si se cumple.
Capitalista consumado
Borges, el gran Borges. “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que ha leído”. Se consideraba lector. Decía que el libro es el único cuerpo inerte que posee alma, no solamente la que el autor le presta en su creación, sino que al ser leído se independiza y evoluciona hasta tener su cielo o infierno.
“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta ‘el modo imperativo’. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz».
Uno más cercano a nosotros, entrañable, Sergio Pitol, en El mago de Viena dejó consignado que no solo vivía para leer sino que leía para vivir.
En la presentación de la colección Biblioteca del Universitario de la Universidad Veracruzana apuntó que la palabra libro está muy cercana a la palabra libre, que solo la letra final las distancia: la o de libro y la e de libre; que el libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres.
“… el libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres. Libres de la ignorancia y de la ignominia, libres también de los demonios, de los tiranos, de fiebres milenaristas y turbios legionarios, del oprobio, de la trivialidad, de la pequeñez… El libro afirma la libertad, muestra opciones y caminos distintos… Si el hombre no hubiese creado la escritura no habríamos salido de las cavernas…”.
Y ahora resulta que un mequetrefe de la 4T, un tal Max Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP, salió con que leer por goce es un acto de consumo capitalista.
Lo único que tengo de valor, si algo tengo de valor, es mi modesta biblioteca. Mi escritura, ninguna duda tengo, deriva de mis lecturas, incluyendo la de La Biblia, que hago desde mi muy temprana juventud. Si eso es ser capitalista, sí, lo soy.
En el CAE, casa llena
Para dar seguimiento a mi recuperación luego de que superé el contagio de Covid-19, regresé ayer al Centro de Alta Especialidad (CAE) “Dr. Rafael Lucio”. Mientras checaban unas radiografías de mis pulmones, desvié la vista hacia el área de observación o de llegada de enfermos, por donde pasé.
Estaba llena. Minutos antes había visto llegar a una persona, que se quedó internada. Pero estaban llegando más. La ola de contagio está incesante. Advertí que el personal médico de atención no para.
Ojalá y quienes han estado a salvo extremen precauciones, que se vacunen si no lo han hecho y que eviten exponerse al contagio. A nadie le deseo que viva la experiencia mía. Pero es más que sabido que nadie escarmienta en cabeza ajena, y qué se puede hacer.