PROSA APRISA
En forma inusual, cesa el Gobernador a su jefe de ayudantes acusado de acoso sexual
Arturo Reyes Isidoro
No, no se trata de cortar y ofrecer cabezas a la carta en la esfera oficial, solo para quedar bien (ahora con las mujeres), pero hay oportunidades que se presentan para dar golpes de autoridad, que por ningún motivo se deben desaprovechar.
Ayer, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, en otra declaración de gran calado, como aquella de que se investigaba a una “prestanombres” (Araly Rodríguez Vez), admitió otro hecho irregular que se ha dado en su administración.
En vísperas de la celebración del Día Internacional de la Mujer, de hecho aceptó que muy cerca de él trabajaba un peligroso (el calificativo es mío) acosador sexual, ni más ni menos que su jefe de ayudantes Carlos Enrique Santos Hernández.
Aunque no lo quiso aceptar, implícitamente esa fue la reacción a un reportaje de Latinus, la plataforma informativa de Carlos Loret de Mola, que hizo pública la denuncia de 19 mujeres policías contra su ahora exjefe de ayudantes, por acoso.
En una tácita aceptación de que es cierto, informó que el acusado ya fue separado de su cargo, aunque también, como en el caso de Araly, dijo que no estaba enterado, por lo que, se entiende, lo supo por el medio informativo.
Esta vez fue más allá del caso Araly. Dijo que se investiga y que “no vamos a encubrir a nadie, eso ya lo saben”, pero, pero de nuevo hubo un momento en que pareció titubear: “Que se determine, pero las primeras indagaciones, no era así como lo manifestaron”.
De nuevo, grave que se haya enterado por la prensa. Pero positivo que acepte el hecho y lo comente ante los medios, en forma pública. Caray, pero si hay denuncias ante la Fiscalía General del Estado, la Comisión Estatal de Derechos Humanos y la Secretaría de Marina, debe tener los pelos de la burra en la mano. Incluso cabe pensar que por eso cesó al mal policía.
Hubiera estado mejor que diera un golpe de autoridad, que con la celeridad con la que actuaron contra los acusados de ultrajes a la autoridad, así hubieran procedido contra su cercano colaborador, por el peligro que representa para las mujeres, y lo hubieran puesto tras las rejas. Como gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares lo hubiera hecho.
Eso no solo hubiera hablado bien de él, sino que hubiera sido un guiño a las mujeres para tratar de devolverles la confianza que perdieron porque todas sus denuncias han caído en el vacío y ha prevalecido la impunidad.
Me parece valiente que acepte la presunta culpabilidad de uno de los suyos y que lo cese, una especie de autocrítica, pero será mejor que no quede ahí todo, que incluso se investigue la presunta red de favores sexuales que hay en la Secretaría de Seguridad Pública, y que no se arrepienta, como se arrepintió con el caso Araly.
Debiera ser preocupante para él saber que, como en el título de la famosa película estelarizada por Julia Roberts, haya estado durmiendo con el enemigo durante varios años y que nadie lo haya alertado. Pero su segundo de a bordo, el secretario de Gobierno Eric Cisneros, quien debiera estarle cuidando las espaldas, pasea y pasea en moto por todo el estado.
Cuatro casos de plagio, narrados por un autor plagiado
En “Prosa aprisa” del viernes pasado narré cómo muchos “licenciados” (“abogados”) se hicieron de un título en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana, no plagiando alguna tesis sino ni siquiera redactando una propia, por la fuerza, garrotes o armas en mano amenazando a personal administrativo y a maestros para que les llenaran y firmaran actas que acreditaban que habían presentado exámenes y los habían aprobado. Hice la remembranza a propósito de los vergonzosos casos de plagio de la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yazmín Esquivel Mossa, para obtener su licenciatura en Derecho y el grado de Doctora.
El Doctor en Derecho Francisco Berlín Valenzuela, profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM durante treinta años y autor de una docena de libros sobre materias jurídicas, con un extenso currículum sobre actividades académicas y políticas, reconocido en el país y en el extranjero, fundador y director de El Colegio de Veracruz y la Casa de la Cultura Jurídica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ambos en Xalapa, me compartió un artículo sobre cuatro casos de plagio de sus obras, que publicó en su libro reciente Política y Derecho en Tiempos de Cambio. Por su actualidad, con su autorización, lo reproduzco en forma íntegra:
JUGUEMOS A PLAGIAR
(A manera de anécdota)
Muchas personas piensan que el plagio de obras escritas o artísticas es una actividad muy socorrida en México y que no ha sido suficientemente limitada en las leyes de la materia, llegándose a ver este problema con una incomprendida indiferencia.
El que esto escribe ha sido motivo de plagio en muchas ocasiones. En algunas de ellas –para decirlo graciosamente en un juego de palabras–, el plagiado ignora que el plagiador lo ha plagiado, porque el que plagia oculta el origen de lo plagiado.
A mi memoria vienen cuatro ocasiones –que yo sepa– en las cuales el plagiador ocultó su acción hasta que se conoció su indebido proceder. En el primer caso, el objeto del plagio sufrido consistió en adjudicarse como propios, por parte del plagiador, capítulos de mi tesis de licenciatura intitulada: “Ensayo Sociológico-Jurídico sobre los Partidos Políticos de México”. En esta ocasión el alumno plagiador me insistió en el año de 1988 para que aceptara revisar el original de su trabajo, debido a que tenía urgencia de presentar el examen respectivo y el Seminario de Teoría del Estado había sugerido que yo fuera el revisor. Al leer cuidadosamente su tesis pude percatarme que dos de sus capítulos me eran familiares, consultándolos y comparándolos de inmediato con mi tesis, escrita en el año de 1965, que había sido muy comentada por ser la primera vez que en la Facultad de Derecho de la UNAM se hacía un trabajo recepcional sobre el tema de los partidos políticos.
Al confrontar al alumno en mi domicilio, donde lo había citado para revisar su tesis, me percaté de inmediato que no tenía ni la menor idea de los capítulos plagiados y que ignoraba que había tenido la mala suerte de buscar como su asesor de tesis al autor de la tesis plagiada. La conclusión obtenida de esta experiencia fue que había pagado una cantidad de dinero, para que gente sin escrúpulos, dedicada a esa actividad le hiciera su trabajo de plagio.
El segundo caso se presentó cuando un conocido abogado me pidió una audiencia para hacerme saber que su interés por los asuntos electorales lo había llevado a encargarle a algunos amigos y colaboradores elaborar un libro sobre el tema, pues estaba consciente de que había muy poca bibliografía en México. Cuando le entregaron la obra se percató que era una copia íntegra del “Derecho Electoral: Instrumento Normativo de la Democracia”, escrito por mí y publicada por la Casa Editora Porrúa en el año de 1980, la cual había presentado como trabajo de investigación para obtener el grado de Doctor en Derecho. Sabedor de esta situación me hizo entrega de la obra plagiada para que procediera yo a destruirla.
En la tercera ocasión, el plagiador se encargó de plagiar ideas y conceptos contenidos en una de mis obras, por encargo de su jefe que las requería para incluirlas en un discurso que iba a pronunciar semanas más tarde en un evento de carácter electoral. Tuve la fortuna de haber recibido una invitación especial para asistir a este acto y el ponente tuvo la mala suerte de que yo fuera invitado y escuchara mis ideas plagiadas. Días después, respetuosamente por la admiración que le tenía, hice saber al sustentante que había sido engañado por los asesores a quienes encargó que le escribieran algunas notas para su intervención. Al investigar el distinguido maestro esta penosa situación, con gran dignidad me ofreció una disculpa por lo sucedido y me hizo saber que el plagio era más grande de lo que él pensaba, pues los párrafos insertados en su discurso no habían sido sacados de mi libro, pues fueron copiados de una revista publicada en una importante entidad federativa en la que un abogado –conocido mío– había publicado un artículo plagiando textualmente varios párrafos escritos por mí muchos años antes. Así que la experiencia obtenida es que el plagiador resultó plagiado por otro plagiador, en un escenario de plagios continuos y desconocidos.
En el cuarto plagio se vieron involucrados asesores de funcionarios de la Secretaría de Gobernación, con motivo de la Reforma Política del año de 1990, cuando plagiando una propuesta hecha en la página 165 de mi libro Derecho Electoral recomendaron que se creara la credencial permanente de elector con fotografía para aumentar la credibilidad en los procesos electorales en México. Ahí escribí en el año de 1980, que “El elector registrado en el censo, recibe un documento público denominado Tessera en Italia, Poll Card en Inglaterra, Cédula Electoral en España, Carta Electoral entre los franceses y en México Credencial Permanente de Elector. Dada que una de las funciones de este documento es servir para la identificación física de los miembros del cuerpo electoral, el legislador en ocasiones no se muestra tan exigente y permite que se pueda ejercer el derecho al voto en algunos casos sin la presentación del mismo, si aparece inscrito en el censo y demuestra por otros medios su identidad. Se comprende por lo anterior –agregaba– la importancia que el censo encierra para acreditar el derecho al voto, hacer la delimitación territorial y servir de auxilio a los participantes en la lucha electoral, por lo que creemos que deben de aprovecharse todos los medios técnicos modernos, para hacer más eficiente la inscripción en los registros y más útiles las cédulas o credenciales electorales, para lo cual mucho ayuda el servirse de las computadoras y el sistema ‘Polaroid’ de identificación”.
Finalmente, agregaba yo un razonamiento de gran importancia para la credibilidad de las elecciones en México, en el que sugería darle una utilidad muy importante para los electores, a fin de provocar su interés por poseerla, al expresar que: “Es indudable que la vida política de un país se enriquece mucho si existe un buen padrón electoral, por lo que los organismos encargados de su elaboración (Secretaria de Gobernación entre ellos), deben motivar a la ciudadanía a obtener su registro, para lo cual recomendamos que se declare oficialmente como documento único de identidad para todo tipo de trámites personales a la Credencial Permanente de Elector perfeccionada…”.
A mí en lo personal me dio mucho gusto que mis propuestas e ideas encontrarán eco para ser útiles a mis semejantes, pero al menos se pudo haber citado la fuente, como es propio de la vida académica aunque no siempre del medio oficial.
Como se aprecia, este juego de plagiar tiene muchos adeptos en México, por lo que lo mismo participan ciudadanos como autoridades. Mientras tanto se seguirá realizando esta penosa práctica mientras no se tome en serio su prohibición, la cual urge hacer para evitar los censurables y vergonzosos casos que suelen presentarse, más frecuentemente de lo que se piensa.