La crisis del Estado.
Por Inocencio Yáñez Vicencio.
Para todos crisis es nacer o morir. La crisis del Estado liberal no es la crisis del Estado. Es la crisis de una forma de Estado.
En casi todas las facultades de ciencias sociales se enseña la Teoría del Estado metafísicamente y la damos como algo sacro , inmodificable, intocable, como algo etéreo, que salió quien sabe donde y cuando se aborda su aspecto histórico y social, no se articula con el jurídico-político. Es la razón por la cual que quienes han estudiado en las aulas la Teoría del Estado, se han limitado a asimilar acríticamente sus fundamentos sin ni siquiera interrogarse sobre su naturaleza, como si fueran eternos y por lo tanto juzgamos como bueno lo que se ajusta a ese catecismo y como malo lo que se aleja y en la medida en que lo hace. Por eso mi primera propuesta es secularizar la Teoría del Estado.
Juzgar la desastrosa administración de Andrés Manuel López Obrador y los gobiernos emanados de Morena con los parámetros de la teoría hegemónica del Estado, es limitarnos a reclamar a ajustar su engranaje, renunciando con ello a romper las cadenas de una forma de dominación que agotó sus potencialidades revolucionarias cuando terminó de liquidar las relaciones feudales y sustituir el policentrismo por un monocentrismo que permitio el mercado laboral que necesitaba la burguesía para alcanzar la más alta producción, al brindarle certeza en la propiedad privada sobre los medios de producción, la unicidad monetaria, la seguridad para comerciar y cuidar de fronteras para asentarse…
La lucha contra los señoríos que tenían aprisionada la mano de obra que necesitaba la industria y la producción en serie se extendió a todos las sociedades intermedias: gremios, mutualistas, corporaciones religiosas que hacían funciones estatales, para dar lugar a un sólo centro, a un poder absoluto primero y después a un poder limitado, que al ser aceptado hiciera que la bañoneta fuera menos utilizada que el sermón y la ilusión a una tierra prometida.
El problema fundamental del Estado liberal es que toda la cultura, la ideología, la política, el derecho…que produjo como cemento para amalgamar las relaciones que expresaban, se han desacreditado y ya no engarzan el todo, dando lugar a experiencias burguesas bárbaras, como el fascismo y el nazismo, que por mucho que se niegue, siguen siendo la reserva del gran capita, en caso de no funcionarle su verborrea en los medios de comunicación o sus mecanismos «normales» de sometimiento contra las clases subalternas.
Las preguntas que nunca debemos dejar de hacernos, en estos casos, es dónde estamos parados y qué es lo que queremos: ¿ queremos que simplemente que el Estado librral funcione y funcione bien o queremos un nuevo Estado? ¿ cuál es ese Estado que queremos? ¿ lo queremos imponer por la fuerza o por consenso? Y si lo queremos hacer triunfar por consenso ¿ qué estamos haciendo para ello, es decir, en términos gramscianos, para construir la nueva hegemonía?
Lo que actualmente estamos viendo es que estamos sumidos en reclamos funcionalistas, como si bastara y así lo han manifestado las principales fuerzas políticas que se disputan el gobierno, como dirección del Estado, volver al ritmo y ruta previa al arribo de Morena a la Presidencia de la República. Lo que no se dan cuenta o no se quieren dar cuenta es que ese modelo de dominación ya se agotó, que tenemos que aprovechar esta crisis que ha detonado Andrés Manuel López Obrador, para darle un giro a la ruta teansitada. No digo que partamos de cero, eso sería suicida. La ley dialéctica de la negación de la negación enseña que sólo hay que deshacerse de lo caduco y sobre lo bueno construir el futuro.
Es tanta la barbaridad de Amlo, que aveces me pregunto si todo lo que hace no es sino para hacer estallar el país en mil pedazos. Miren. Mientras los países del primer mundo debaten como hacer frente al sistema de pensiones, aquí este Mesías Tropical establece mecanismos de pensiones sobre pensiones, que no solo es una aberración hacerlo sustrayendo recursos a los fideicomisos, a los ahorros fiscales, a los subejercicios, al crédito externo, sino lo que es más explosivo, transfiriendo a la partida secreta que no da cuenta a nadie, parte del presupuesto para construir escuelas, clínicas, hospitales, medicamentos, vamos, disponiendo de los dineros para el mantenimiento de centros educativos y de salud. Pronto no habrá más de donde echar mano y nadie podrá seguir con esa política clientelar.
La riqueza de un país se mide por la obra de sus hombres y mujeres, sus inventarios, sus bienes. Si sus jóvenes en unos cuantos años ya no cuentan con buenas escuelas y centros de formación, quedarán condenados a estudiar en escuelas en ruinas, que sus egresados serán rechazados, por estar muy por debajo de las escuelas privadas.
Por de pronto ningún partido, en especial el que gobierna, que yo no llamaría partido a pesar de que algún ignorante, desconociendo la tesis de A. Panebianco, le ponga ese rótulo un movimiento de un sólo hombre, sin una pizca de institucionalidad, pueden ostentarse como parte de una representación que no este distorsionada. Los partidos tiene que recomponerse, en particular los que integran la coalición Va por México, para ofrecer una opción de poder pero también una opción de sociedad.
En una próxima entrega voy a poner a su consideración la crítica que hago a los fundamentos del Estado moderno, para mostrar que son falacias que ya no pueden generar consenso y por lo tanto requiere el Estado nuevas bases en que sustentarse.