Fidel Herrera Beltrán: El Constructor.

OPINION
“Soy de oficio constructor de acuerdos entre las diversidades.” – Fidel Herrera Beltrán.

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| Xalapa, Ver. | 17 May 2025

Zoociedad Anónima/ Por Ramón Alberto Reyes Viveros

La semana pasada publiqué gracias a su generosidad la primera entrega de esta serie dedicada a recordar al gobernador de mandato cumplido, Fidel Herrera Beltrán, titulada: “El inicio”. Aquella columna relataba su primer discurso político, un accidente que lo puso frente al candidato Luis Echeverría Álvarez y lo lanzó al camino de la oratoria pública.

Fue una crónica del origen, de cuando Fidel, siendo aún un muchacho de Nopaltepec, enfrentó la vida política como se enfrentan los desafíos verdaderos: con nervio, con conciencia y con un verbo que jamás abandonó. Hoy toca dar un paso más.

Porque la historia no se escribe solo con discursos, también se escribe con votos, con leyes, con trabajo de base, y Fidel Herrera supo hacerlo desde la trinchera más cruda del sistema: la Cámara de Diputados.

Cuatro veces diputado federal, una vez oficial mayor de la Cámara. Fidel no improvisó su ascenso, lo tejió desde abajo: casa por casa, camión por camión, campo deportivo por campo deportivo, distrito por distrito, legislatura tras legislatura.

La primera vez (XLIX Legislatura, 1973–1976)

Tenía apenas 24 años cuando regresó de Londres, a donde fue enviado por el presidente Echeverría y con quien se reportó de inmediato a su retorno al PRI nacional.

El presidente del partido era el ilustre veracruzano Jesús Reyes Heroles, quien lo distinguió con una amistad casi inmediata derivada del conocimiento que el joven cuenqueño tenía sobre sus obras, las que casi le recitó al tenerlo frente a él.

Advirtiendo, claro está, que la relación entre un presidente: Echeverría, quien lo había enviado; y el otro presidente, Reyes Heroles, no era precisamente buena, optó por reconocerle al tuxpeño su gran obra literaria y así dejar de lado la tarjeta de Palacio Nacional con la que se le instruyó que se presentara ante él, después de colgar el instrumento de poder por excelencia de esa época: el teléfono rojo.

Fue así como lo envió para ser candidato a diputado federal por su tierra, Cosamaloapan, obviando que ya se encontraba una candidata, la maestra Lilia Berthely, haciendo labor proselitista, y a quien Fidel invitó a sumarse a su equipo de campaña, llevando como suplente a César Fentanes en esa ocasión.

Una vez ganada la elección, llegó por primera vez a San Lázaro, y es cuando uno de los biógrafos del Jueves de Corpus le dedica una de las frases que hicieron época: “El dedo del PRI es tan largo que alcanzó a llegar a Londres, traer a un joven estudiante y volverlo diputado, y además con el mayor número de votos obtenidos en un distrito electoral”, diría Gerardo Medina Valdez refiriéndose a Fidel.

Su bandera como diputado era clara: ser la voz de la Cuenca del Papaloapan, de los jóvenes y de quienes dentro y fuera de las fronteras de México ya le habían externado algún tipo de inquietud. Fue ahí donde conoció el ritmo del Congreso, la paciencia del trámite parlamentario y el valor de construir acuerdos.

La segunda (LI Legislatura, 1979–1982)

Otro veracruzano como presidente nacional del PRI, una circunstancia totalmente distinta. Esta vez, desde el norte del estado, del tapiste de la Cuenca del Papaloapan al zacahuil de la Huasteca Veracruzana, ya en la apertura democrática, cuando los partidos de oposición empiezan a tener alcaldías y diputados, y bajo la premisa popular de que “más vale paisano que pariente”, a Fidel le esperaba un nuevo reto que en los primeros días de ese año ni siquiera imaginaba.

Herrera Beltrán buscaba, a finales de 1978, afianzar la buena relación que mantenía con Carlos Sansores Pérez, entonces presidente del PRI, y ser tomado en cuenta para formar parte de la estructura principal de la dirigencia del partido, en busca de un espacio protagónico rumbo a la sucesión presidencial que ya se encontraba en construcción.

Sin embargo, la decisión del presidente José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco cambiaría el rumbo trazado por el cuenqueño, ya que en febrero de ese mismo año arribaría al mando del PRI nacional el licenciado Gustavo Carvajal Moreno, quien, conocedor de la evolución del político de Nopaltepec, lo envía a lo que pintaba como su primer fracaso político-electoral: como candidato a diputado federal en un distrito desconocido, al norte del estado.

Fidel puso manos a la obra. Convenció al rey del huapango, el insigne maestro Raúl Pazzi Sequera, con quien lo unía una gran amistad forjada en la Ciudad de México, de acompañarlo en fórmula para competir por el distrito de Pánuco, el cual lo eligió como su representante.

Fidel amplió su visión y consolidó su figura como operador legislativo, ya no era solo un orador carismático, empezaba a ser un conocedor profundo del sistema político mexicano, y ahora no solo la Cuenca del Papaloapan lo arropaba, sino la del Pánuco también.

Oficial Mayor de la Cámara de Diputados (LIII Legislatura, 1985–1988)

Entre sus periodos legislativos, ocupó uno de los cargos de mayor responsabilidad técnica en la Cámara: Oficial Mayor. Administró la operación del recinto, coordinó equipos, manejó presupuestos y organizó el día a día del Congreso. Se ganó la confianza del licenciado Eliseo Mendoza Berrueto y estrechó lazos con los diputados Luis Donaldo Colosio, Eduardo Robledo Rincón y la diputada Silvia Hernández, entre otros.

Es ahí donde conoció las entrañas del sistema parlamentario; supo desde entonces que un Congreso sin orden es un Congreso sin voz, y que la división de poderes, en los hechos, dota de una autonomía presupuestal al Legislativo que, bien manejada, lo convertía en un Poder con mucho poder.

La tercera (LV Legislatura, 1991–1994)

Volvió a Cosamaloapan, y volvió con más fuerza. Eran los años del ajuste estructural del presidente Salinas, de Solidaridad, pero también de enfrentar la segunda escisión del partido hegemónico, del nacimiento del PRD y de sus férreos opositores con la bandera del Cardenismo, del debate sobre el TLCAN y de una profunda transformación del Estado mexicano.

Fidel fue parte de esa discusión, no como espectador, sino como actor. Lo suyo no era el adorno, lo suyo era el trabajo. Debatía lo mismo en los noticieros nacionales que a pie de calle en Tlacotalpan o en la plaza pública de Alvarado con el regidor Palacios, entonces voz activa de la izquierda, y a quien años más tarde le hiciera un justo homenaje en un evento en el cual estuve presente.

Esos eran los años en los que al regresar a San Lázaro, un futuro aguardaba a toda esa generación. El libre comercio empezaría a dar sus frutos, la política social pavimentaba con concreto hidráulico kilómetros y kilómetros de carreteras, y los programas sociales de PRONASOL eran la base de un México incluyente.

Y a la vez, se preparaban ya dos aspirantes a la presidencia, ambos amigos, o muy amigos, del diputado cuenqueño que iniciaba una nueva legislatura, aún sin imaginar lo que la tarde del 23 de marzo de 1994, mientras debatían reformas a leyes reglamentarias entre las voces de los diputados Rodríguez Prats, Nemi Dib, Calderón Hinojosa y otra centena más presentes en el pleno, habrían de escuchar de voz de la diputada María de los Ángeles Moreno, un hecho que cambió para siempre la historia de nuestro país.

La cuarta (LVII Legislatura, 1997–2000)

Respiración de boca a boca. Y sí, fue Boca del Río el distrito que lo eligió por cuarta ocasión. A cuestas, la tristeza de un proyecto que no se concretó por un trágico evento, ante el poder político ejercido tras bambalinas en el Palacio de Enríquez en la capital del Estado, y con un PRI nacional que por primera vez en setenta años experimentaba la sana distancia infringida desde Palacio Nacional. Ahí estaba aquel invencible en el norte,en el centro y en el sur, amado y odiado por muchos, de nuevo en la boleta electoral.

Con todo en contra, pero con la experiencia de un legislador veterano, arropado por quien lo acompañó durante todo el trayecto —contrario a lo que el presidente Zedillo proclamaba—, su amigo Ubaldo Flores Alpízar, y una docena de jóvenes adversarios entre ellos, pero junto a él, enfrentaron a un envalentonado Acción Nacional que ya gobernaba el puerto de Veracruz, y veía crecer desde “donde la vida no vale nada” -según Jose Alfredo- y norte del país una opción de cambio.

Fidel enfrentó como nunca antes, a un Congreso plural, donde el PRI había perdido por primera vez la mayoría absoluta. Ahí se le vio hábil, negociador, firme. Era el priista que sabía que el poder también se defiende con argumentos, y que desde la oposición al interior también se gobierna. Porque siempre fue opositor dentro de su mismo partido. Ese era Fidel: un ave de tempestades.

El Tribuno

Herrera Beltrán construyó desde la Cámara de Diputados su estilo político: directo, eficaz, negociador. Nunca fue un legislador decorativ, leía, debatía, redactaba, escuchaba, caminaba, y también se imponía.

En una época donde el Congreso Federal era escuela de formación política, Fidel fue alumno y maestro. Tribunero de oficio, parlamentario de carácter.

Porque antes de ser gobernador, fue muchas veces diputado por elección directa, nunca plurinominal, y todas las veces constructor, político y trovador de veras.

Continuará…

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