¿Y la justicia?… ¡que se joda!

 

*12 periodistas asesinados en 2022; dos mensuales

*Dos Bocas, la refinería que no refina

 

Por Omar Zúñiga

 

Esperé a redactar esta columna prácticamente hasta el final del día, para eso de evitar sorpresas y publicar alguna burrada, afortunadamente ya no pasó otra cosa y aquí estamos, platicándole que en la que va del año 2022, en este primer semestre que precisamente terminó ayer 30 de junio, hubo 12 periodistas asesinados, es decir  a razón de dos mensuales, uno quincenal. Una cifra tremenda, verdaderamente escalofriante.

El fatídico número 12 le tocó al compañero y colega tamaulipeco Antonio de la Cruz, asesinado a mansalva cuando salía de su domicilio en Ciudad Victoria, baleado junto a su hija, que se encuentra delicada de salud.

Al gobierno no le gustan esas cifras (¿a cuál sí?), pero es lo que hay y ellos, el gobierno, que se supone debe ser garante de la seguridad de los ciudadanos, de todos, no sólo de los periodistas o de algún otro grupo o círculo social o profesional, de todos, no lo hace.

Y no, no se ha hecho.

Para darle una referencia de la magnitud de lo que esta cifra representa, en Ucrania, en el lapso que lleva la intervención rusa, donde existe una guerra como tal, han muerto cinco compañeros periodistas, acá llevamos 12, donde el presidente López Obrador ha dicho que no hay guerra, la guerra (contra el narco) “la hizo Calderón, nosotros somos diferentes”.

Hoy, peor que antes, peor que nunca, en México, estamos sufriendo un infierno de inseguridad.

Y la respuesta, invariablemente, han sido distractores, cajas chinas soltadas desde las mañaneras por el mismo jefe de las instituciones federales; en esta ocasión no fue diferente.

Llamó hitleriano a Carlos Alazraki, importante publicista mexicano de origen judío, que además de evidenciar una ignorancia galopante por parte de quien dijo esta idiotez y ocasionó una protesta formal de la poderosa comunidad judía en México (que no es cosa menor), buscó acallar el tema de Antonio de la Cruz en Ciudad Victoria y hubo quien se enganchó, pero el tema, con mucho respeto para la comunidad judía, no por justo y bien trovado, deja de ser puro cuento.

En lo de Tamaulipas se conjugan varios factores, entre ellos el asesinato mismo, no hay garantías de Seguridad, y por supuesto también y en primera instancia, le compete al de por sí cuestionado gobierno de Francisco Javier García Cabeza de Vaca (quien por si fuera poco, también evidenció su ignorancia y valemadrismo al declarar que el de Toño había sido el único asesinato de periodistas en su sexenio, cuando en realidad van tres).

Por otro lado, ya consumado el acto, no hay esclarecimiento, como parte de la procuración de justicia y cuando se esclarece, nunca se llega al fondo, pues la versión del asesino solitario no se la traga nadie, como dijo mi compañera Adriana Heredia, hay que recordar que un gran porcentaje de las agresiones a periodistas proviene de las autoridades de los tres niveles de gobierno.

Y derivado de esta impunidad, ahora los sicarios, los matones, ya no tienen empacho en matar también a la familia, como si fueran simples “daños colaterales”, al final del día, para ellos… abrazos, no balazos.

¿La justicia?, ¡que se joda!, quien vive en Palacio está bien y de buenas, lo demás es lo de menos…

 

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Para documentar el optimismo, hoy nos tendremos que recetar un discurso triunfalista en Tabasco, con la (no) inauguración de la refinería de Dos Bocas, un elefante blanco que no producirá nada y no sabemos si el mismo López Obrador lo verá como presidente, y seguramente ni él lo sabe.

El discurso triunfalista por supuesto alcanza a Rocío Nahle, secretaria de Energía encargada de la construcción de la Refinería que mañana no producirá ni un barril de gasolina, pero que con esta obra faraónica siente que tiene los méritos para buscar el gobierno de Veracruz, la zacatecana que se dice veracruzana.

La realidad es que está tan desesperada que filtró una encuesta falsa de Masive Caller donde ya era tomada en cuenta, cuando la verdad, es que va en caída libre, ya se verá…

 

¡Qué barbaridad!

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