DE PRIMERA MANO

OPINION

Delia y Citlali

Por Omar Zúñiga

La violencia política en razón de género consiste en toda acción u omisión dirigida a una mujer, por el hecho de ser mujer, que obstaculiza o anula el reconocimiento, goce y/o ejercicio de sus derechos político-electorales o en el ejercicio de su encargo.
La violencia política contra las mujeres comprende todas aquellas acciones y omisiones —incluida la tolerancia— que, basadas en elementos de género y dadas en el marco del ejercicio de derechos político-electorales, tengan por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce y/o ejercicio de los derechos políticos o de las prerrogativas inherentes a un cargo público.
La violencia puede ser simbólica, verbal, patrimonial, económica, psicológica, física y sexual y puede efectuarse a través de cualquier medio de información como periódicos, radio y televisión, de las tecnologías de la información y/o en el ciberespacio. Es por ello que las formas en las que debe atenderse variarán dependiendo del caso y, al mismo tiempo, el tipo de responsabilidades —penales, civiles, administrativas, electorales, internacionales— que genera, dependerá del acto concreto que haya sido llevado a cabo (de nada).
Pues bueno, esta deficición es tomada del Protocolo de Actuación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Y todo esto viene a cuento porque hay dos asuntos en la palestra política veracruzana que cobran singular relevancia y que podrían configurarse en este tipo de delito, pues han trascendido ya la esfera profesional (o de sus respectivas competencias), para tornarse a un tema, un poco más…, digamos personal.
Me explico…, el primero de ellos es el asunto del Orfis, tema en el cual su titular, Delia González Cobos y su trabaj,,o han sido demeritados per sé, por los miembros de la Comisión de Vigilancia del Congreso local, y concretamente por su titular, Rafael Gustavo Fararoni Magaña, joven diputado junior, cuyo mayor mérito para ser candidato -por el PVEM- es literalmente, como el Canaca, ser hijo de su papá -del mismo nombre-, exalcalde de San Andrés Tuxtla, tristemente célebre por aquellas latitudes.
Hoy, Fararoni es diputado por Morena y como titular emergente de la Comisión de Vigilancia, recibió la instrucción de irse a la yugular de González Cobos, sin pensar en las consecuencias, pues reitero, su trabajo y ella misma al frente del Orfis fueron demeritados, al declarar Fararoni, luego de un par de semanas de concienzuda revisión al trabajo de seis meses realizado por 300 personas, que le “darían la oportunidad al Orfis de hacer bien su trabajo”, entre líneas, los que saben leer, el mensaje para Delia fue directo: “su trabajo no nos sirve”.
Asimismo, y por las razones que sean, quienes se han prestado a esta guerra mediática en contra de la titular del Orfis, tampoco han pensado en las posibles consecuencias en ese afán de agradarle a ese alguien que supuestamente nadie ha visto, pero que todos sabemos que existe.
Esta es una cara de la moneda, de quien revisa y su trabajo es desacreditado sin ningún sustento más que la diatriba en sí misma y quedar bien con quien los maneja, en anterior entrega lo comenté, “con el titiritero”.
Delia no se va, la envidia que despierta el trabajo bien realizado, a conciencia y la normatividad que pretende imponer para cambiar las reglas del juego y evitar la corrupción galopante en los Ayuntamientos –en la medida de lo posible- a través del control de los despachos externos para auditar, sean muy probablemente el callo pisado, que arranca los gritos de desesperación.
Tenemos también la otra cara de la moneda, la de quien es revisado, en este caso revisada, la diputada Citlali Medellín Careaga, -ella sí llegó y se quedó en el PVEM-, exalcaldesa de Tamiahua, recordada a nivel nacional por haberse bragado durante la pandemia y literalmente cerrar su pueblo para evitar contagios masivos, medida criticada por muchos, pero que redundó en beneficios para los ciudadanos tamiahuenses.
Recién llegada de visitar a los Tigres Asiáticos donde consiguió logros importantes, se ha consolidado quizá como la legisladora más inquieta de la actual Legislatura y posiblemente quizá también la más productiva, que dicen en los corrillos que buscan el bien de la entidad, que Veracruz necesita una secretaria de Despacho como ella.
Y quizá también sean éstas las causas de que no sea bien vista y que han despertado las envidias palaciegas, cuando debería ser todo lo contrario.
Hoy, una noticia en su contra, se yergue en esa guerra mediática poniéndola como victimaria, en lugar de que sea defendida por sus correligionarios, al haberse encontrado ante la negativa de su sucesora de cumplir y hacer cumplir la ley, en un tema tan insignificante como la certificación de documentación para presentarla ante el Orfis como comprobaciones de las probables irregularidades que le señalan en su última cuenta pública.
No le hacen ningún favor, es su derecho, como también fue derecho de Linda Guadalupe Rodríguez, actual alcaldesa de Tamiahua, de haber tomado protesta de su encargo el 1 de enero pasado, por haber sido declarada ganadora de la elección “haiga sido, como haiga sido”, y nadie se interpuso. Vivimos en un mundo de leyes, aunque a muchos no les guste.
Estos ejemplos son apenas dos, pero suficientes para evidenciar que cuando se trabaja bien, pero no se tienen las simpatías consigo, basta con ser mujer para tratar de ser desacreditadas en su trabajo y en su persona, aunque sean las mejores en lo que hacen.
El gobernador Cuitláhuac García debería ponerse a pensar, aunque sea un poquito y aunque sea mucho pedir, que ambos casos pueden ser sus mejores aliadas, una de ellas incluso salvarle –desde ya- de ir a parar a la cárcel al terminar su encargo, y la otra darle brillo a su administración, que está más opaca y enlodada que espuelas de charro luego de un jaripeo.
Eso debería pensar y no estar caminado entre nubes creyéndose el cumplido que vino a hacerle Adán Augusto López sobre la seguridad en Veracruz; cortesía política le llaman (de nada).
Aún está a tiempo.
Y solamente recordarles por a’i que, cuando veas las barbas de tu vecino cortar…

¡Qué barbaridad!
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