Sin tacto
¿Se va Cuitláhuac?
Por Sergio González Levet
Es un ejercicio recurrente de la imaginación de los veracruzanos pensar que el mandatario estatal en turno está por irse de la silla mayor de Palacio.
Históricamente, desde los años 80 del año pasado los gobernadores fueron objeto de ese oscuro objeto del deseo, y así Agustín Acosta Lagunes fue “presuntamente renunciado” infinidad de veces, sobre todo en los últimos 30 meses de su mandato.
Había una incidencia con los tiempos sexenales porque el Gobernador que entraba lo hacía -como todos en el país- impulsado por el Presidente de la República en turno, pero este padrino solamente duraba dos años más en su encargo y entregaba el poder a alguien que en muchos casos terminaba siendo hasta enemigo.
Don Agustín llegó por la voluntad de José López Portillo, pero los últimos cuatro años de su mandato perdió su influencia en Los Pinos con la presidencia de Miguel de la Madrid, al que no le faltaron ganas de pedirle que pidiera licencia al cargo, aunque se las aguantó hasta el último día.
Don Fernando iba por el proyecto de Salinas de Gortari y ganó limpiecito, al grado que le alcanzó para apoyar desde el DF y desde Gobernación a su suplente, Dante Delgado.
Patricio Chirinos era muy cercano a Carlos Salinas y tuvo dos años de consentimiento desde la Presidencia de la República, pero tuvo que soportar durante un laaaargo cuatrienio el frío de Ernesto Zedillo.
El licenciado Miguel Alemán fue destapado por ese último y gozó 24 meses de las mieles presidenciales, hasta que el PRI perdió la grande y se tuvo que medio entender con Vicente Fox desde el año 2000 hasta el 2004.
Fidel Herrera Beltrán hizo otro de los milagros de publirrelacionista que acostumbraba y logró ganar la voluntad del primer Presidente panista, al que durante dos años le pudo sacar visitas a Veracruz y obras en muchas partes de la geografía estatal. Pero con Felipe Calderón le falló su magia, y se mantuvo entre aguas desde 2006 hasta el fin de su sexenio.
Javier Duarte tuvo la suerte de su lado porque transitó como pudo los dos últimos años de Calderón, pero se sacó la lotería cuando Enrique Peña Nieto ganó la Presidencia y empezaron a fluir los recursos federales que tan mal manejó con su grupo de amigotes.
Miguel Ángel Yunes Linares caminó como panista sus dos años de mandato con un presidente emanado del PRI, y no le fue ni bien ni mal, sino todo lo contrario, como dice el clásico.
Y Cuitláhuac tuvo la tremenda suerte de que su sexenio coincidió plenamente con el de su hacedor, su patriarca, su mentor, su padre putativo, su mesías, quien lo ha mantenido como Gobernador sólo por la fuerza de su empecinamiento, de su necedad, de su obstinación.
No, no se irá Cuitla sino hasta el 30 de noviembre de 2024 (o dos meses antes, cuando entregue López Obrador la presidencia), porque tiene la fortuna inmensa de que el factótum dice que es un hombre honesto, una bendición para los veracruzanos… y ni modo que el tabasqueño reconozca por primera vez que se equivocó en algo.
Así que tenemos Cuitláhuac para rato más…