«Los lavaderos de Pino Suarez»
Francisco Orozco
Después de batallar algunos días con el proceso creativo, hoy les comparto el cuento «remasterizado de «Los lavaderos de Pino Suarez», contenido en el libro «Cuentos de frio y miedo en Perote, de un servidor, ojala sea de su agrado, excelente noche.
Hace algunos años, en Perote, existían unos lavaderos públicos en la calle Pino Suarez esquina Javier Mina. Era común que las mujeres se reunieran a lavar ahí, además de compartir las últimas noticias de la comunidad, pasaban varias horas “comadreando” alegremente y algunas terminaban de lavar en la oscuridad de la tarde.
Cierta noche de luna llena y con un intenso frió que presagiaba una gran helada, un hombre que había salido de una fiesta, después de las doce de la noche, vio a una mujer en los lavaderos: joven, elegante, con un largo vestido blanco, que parecía lavar una y otra vez una sola sábana blanca que resplandecía con el brillo de la luna. El hombre, después de observarla durante algunos minutos, curioso y de forma galante, se acercó a la mujer para preguntarle si podía ayudarla; en cuanto se acercó, la mujer volteo a verlo y con su hermoso rostro lleno de lágrimas le pidió que la acompañara a su casa porque había dejado a sus hijos solos para ir a lavar la única sabana que tenían, ya que los niños traviesos la habían llenado de tierra y ahora que era muy tarde, tenía miedo de regresar sola en la oscuridad.
El hombre, pensando que era una proposición de la mujer y con algunas copas encima no dudo en acompañarla. Caminaron hasta la Iglesia de “El Calvario”, sin decir palabra, porque algunas veces, talvez por lo que había bebido el hombre, tenía la percepción que cuando el frio viento soplaba, levantaba el blanco vestido de la mujer dando la impresión de que caminaba sin tocar el suelo, además entre la blanca sabana parecía mirar rostros de niños, por lo que aturdido solo alcanzaba a sacudir la cabeza, tratando de despejarse. Al terminar el breve recorrido en silencio y llegar casi a la iglesia, la mujer empezó a correr y dio vuelta en la esquina, extrañamente el hombre no pudo seguirla porque sintió un escalofrió que lo dejo inmóvil. Pensando que el frio de la noche y las copas que había ingerido eran las culpables, dio media vuelta y se dirigió a su casa, aun con la imagen de la bella pero enigmática mujer.
Pasaron algunos días y llego el “día de muertos”; la obligada visita al panteón, a dejar flores a los familiares fallecidos, hizo que el hombre acudiera en compañía de su familia. De pronto, entre la gente que visitaba los sepulcros, creyó ver a lo lejos a la mujer de los lavaderos, por lo que corrió evadiendo a las personas que lo miraban extrañados, cuando llego al lugar no había nadie, solo una capilla recién construida; adentro del habitáculo había una foto de la mujer con dos niños en los brazos, la imagen estaba sobre una cruz que contenía una fecha de fallecimiento que coincidía con el encuentro de los lavaderos. Sin saber cómo reaccionar y sin esperar a su familia, se retiró colapsado por su hallazgo. Al día siguiente, visito los lavaderos por la mañana y alcanzo a escuchar que todas las señoras hablaban de la mujer que se aparecía por las noches, creían que era el alma de aquella que enloquecida castigo a sus hijos por haber llenado de tierra una sábana, con la cual los amarro del cuello hasta asfixiarlos y después se suicidó; nadie sabe a ciencia cierta que sucedió, solo que aquel hombre dejo de tomar por mucho tiempo.
Y cuentan que, cerca del día de muertos, se ve en las frías noches, entre la oscuridad, a una mujer que lava una blanca sabana que brilla a la luz de la luna, mientras se escucha el llanto de unos niños, en el lugar que hoy ocupa un conocido parque infantil. FIN.
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