Sin tacto

OPINION

Paraesquizofrenia

Por Sergio González Levet

Me dice la inteligencia artificial que la “esquizofrenia es un trastorno mental crónico y grave que afecta la forma en que una persona piensa, siente y se comporta.”

Me explica además que se “caracteriza por la presencia de síntomas psicóticos, como alucinaciones (percibir cosas que no existen en realidad) y delirios (creencias falsas y rígidas).”

Y finalmente me advierte que esos “síntomas pueden hacer que la persona pierda el contacto con la realidad y tenga dificultades para diferenciar entre lo real y lo imaginario.”

Consigno igualmente que la “esquizofrenia interfiere en diversos aspectos de la vida diaria y puede tener un impacto significativo en el trabajo, las relaciones y el BIENESTAR general” (las mayúsculas para destacar el término son mías).

Bien, un esquizofrénico, entonces, no diferencia entre la realidad y lo imaginario y cree que sus alucinaciones son tan ciertas (o hasta más) como lo es el entorno que lo rodea. Es decir, para quien padece este trastorno, lo que imagina tiene más visos de realidad que el mundo real, si me permiten el juego de palabras.

Y se convierte en una persona de convicciones férreas, que nunca puede darse el grato gusto de disentir de sí mismo. Quienes sufren este sentimiento de alienación se convierten, por decirlo de una manera llana, en verdaderos necios, tercos, testarudos. Es imposible discutir con ellos y resulta sumamente difícil entablar una conversación más o menos amigable.

Junto a la esquizofrenia, encuentro que hay un comportamiento que se acerca en gran manera al síndrome de esta perturbación, y yo le llamo “paraesquizofrenia”. Conste que es un neologismo que utilizo para mi uso corriente y particular, y no tengo intención de darle visos de científico.

Para mí, el paraesquizofrénico es una persona que discurre en dos realidades distintas. Una es la que todos vivimos en este mundo y la otra es la que él inventa en su imaginación calenturienta, y a la que hace real a través de la enunciación de una fila inacabada de mentiras, que le dan forma a lo él que quisiera que fuera, contra lo que es realmente.

Para ese tipo de individuos, la realidad es menos real que sus declaraciones; la palabra tiene para ellos una propiedad esencialmente fáctica (cfr. Como hacer cosas con las palabras, de John L. Austin).

En conclusión, personas con esta perturbación creen que la verdad se establece a fuerza de declaraciones, no de hechos, y por eso solamente hay que inventar buenas mentiras para convencer al pueblo bueno y honrado de que están haciendo bien lo que están haciendo tan mal.

¿Se entendió?

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