Sin tacto
La Ley Lafourcade /1
Por Sergio González Levet
Mi sentida condolencia a familiares y amigos por
la lamentable pérdida de Víctor Gardoqui Zurita.
Natalia Lafourcade Silva es veracruzana por decisión propia y porque creció en los vericuetos inhallables de los cafetales coatepecanos. No por nada tiene el alma difuminada por el bosque de niebla, cuyos misterios nubosos moldearon su personalidad siempre en busca de la luz y de nuevas formas de fabricar caminos entre la bruma y el sol.
Natalia sabe de la belleza de las orquídeas y del sabor inextricable del helado amantecado. Además, su espíritu fue conformado por el café y el pan con el que se fraguó su conciencia de jarocha sin remedio, ganada por el amor a la música y al canto de esta tierra bendita, la suya para siempre.
Nació, es cierto, en la Ciudad de México, pero germinó para la vida en el pueblo mágico: ahí formó su historia y sus eternas amistades y sus gustos. Llegó al mundo bajo el signo de piscis, lo que no quiere decir nada pero sirve para que se pueda decir de ella que es “sensible ante el sufrimiento de los demás, responde con buena voluntad y ganas de ayudar. No le gusta sentirse presa y no respeta las convenciones, así, por las buenas, aunque tampoco tiende a luchar contra lo establecido. Sencillamente, discurre por otro lado.”
De muy muy niña la trajeron a vivir a Coatepec, en medio de una naturaleza llena de verdor y humedad, que se conjugó con el ambiente absolutamente musical que siempre llenó su hogar: hija del músico chileno Gastón Lafourcade Valdenegro y de la pianista María del Carmen Silva Contreras. A doña Carmen todavía se puede saludar en las calles empedradas de Coatepec, en donde sigue impartiendo los bienhechores conocimientos de su famoso método Macarsi, que inventó para bien del canto con el objetivo de que su amada pequeña se recuperara de un terrible golpe en la frente cuando se cayó de un caballo, lo que nunca calló -al contrario- la melodiosa potencia de su voz.
Por todo eso que se ha dicho es que Natalia es tan veracruzana, pero además porque siempre ha estado pendiente de su tierra (veracruzana), que aparece a lo largo de su carrera: un disco grabado con la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de Veracruz, dos álbumes y un concierto grabados con Los Cojolites del enorme Ricardo Perry (el adjetivo es totalmente musical), el disco avasallador que renace las canciones de Agustín Lara y su composición señera Mi tierra veracruzana, que ya fue mencionada de alguna manera aquí.
Natalia, insisto, es tan veracruzana y tan querida por sus paisanos que hay el clamor de que se promulgue la Ley Lafourcade, para que sea nominada como natural de estas tierras.
Pero en el “Sin tacto” de mañana lo explico, si me dan licencia.