Sin tacto

OPINION

 

El hospital de Misantla

Por Sergio González Levet

Hace diez años, cuando vivíamos los tiempos ciclónicos del gobernador Duarte en que los dineros volaban y las obras se quedaban sin terminar, ahí abandonadas por obra y gracia de la desviación presupuestal, tan afín a esos tiempos, se dio la orden de que se empezara a construir un nuevo hospital para Misantla.
Y así se hizo… el comienzo.
Dicen mis paisanos que el proyecto nació encantado, no obstante que todos estaban encantados con la idea de un nosocomio que tanta falta hacía urbis et orbi. Y es que desde el principio las cosas se empezaron a hacer mal, porque el terreno que se destinó tenía el peligro de que estaba muy cercano al río, en la parte baja, aunque un poco alejado. Pero allá todos sabemos que nuestro torrente bienhechor no tiene mucha palabra que digamos, y de cuando en cuando se sale de madre y se va de visita por las casas y los edificios que no estén en las alturas del centro o de la Colonia Benito Juárez, por ejemplo.
Pero bueno, el hospital se empezó a edificar y vieron los ingenieros que podían llegar a un acuerdo con el río, convencerlo por medio de desviaciones y contenciones, de modo que no se metiera con esa infraestructura destinada a tan noble fin.
Sin embargo, el futuro pertenece al conocimiento que Dios se reserva para sí mismo, y nadie lo conoce excepto si él se lo revela. Así que los misantecos nunca atendieron a que la obra iniciada con tan buenos augurios de pronto se detendría, por la falta de recursos, descarriados quién sabe a dónde, y un mal día todo se detuvo. Los alarifes dejaron de acudir, las máquinas callaron y la promesa de hospital se quedó en obra negra, sin remediar lo tan bien que iba y lo tan bien que se estaba haciendo.
Una década después, un aire de ilusión vuelve a nacer porque en el pueblo se enteraron que el Gobernador había terminado el hospital de Perote, que estaba en las mismas condiciones.
Fue Cuitláhuac a Misantla y no dejaron de llevarlo a ese monumento al dispendio, a lo mal planeado, que es una forma acabada de la corrupción. El alcalde Javier Hernández Candanedo le habló al oído, lo convenció con sus mejores razones para la obra fuera amor y fue escuchado.
Ahora los misantecos se disponen a contestar en una consulta popular (tan de moda) que sí quieren el nuevo hospital y que le entrarán con su apoyo para que sea uno de primer nivel, que dé tratamiento a la extensa región que rodea a la Señorial.
Hace diez años, la CROM local había propuesto que el hospital llevara el nombre del Doctor Camilo González, un médico que fue tan bueno durante los 50 años en que ejerció su vocación que están seguros de que si le ponen ese nombre, el hospital nunca se va a inundar.
Y sí, el doctor Camilo fue mi padre, a mucha honra.

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