Sin tacto
Ciencia y superstición
Por Sergio González Levet
La discusión a favor o en contra de la ciencia se ha dado de siempre entre los hombres.
Se me hace que empezó cuando el brujo en la cueva quiso convencer a todos de que el animal que habían cazado los hombres no lo tenían por su destreza, sino porque él había convencido a los dioses de que se lo dieran a la tribu. Y, obvio, cobraba por sus servicios. Así nacieron las religiones, que se convirtieron en una fuente de poder y de dinero.
Los cazadores, que junto con sus mujeres habían ideado y construido las lanzas y los arcos, vendrían a ser los primeros representantes de la ciencia…
Pero no me quiero meter en otras honduras, así que estableceré que la discusión se da entre la ciencia y la superstición.
Al igual que don Quijote, guardaré mi precaución y diré: «Con la Iglesia hemos topado, Sancho.»
Bueno, desde hace milenios ha habido una sanguinaria polémica entre quienes han tratado de entender y controlar la esencia de la naturaleza y quienes creen que el mundo está regido por fuerzas oscuras y muchas veces malévolas.
Ciencia o superstición ha sido un dilema que ha traído guerras y muertes, avances y retrocesos, civilización y barbarie.
La Inquisición católica, el fanatismo islámico, las inmolaciones budistas, los excesos sanguinarios de las ideologías están de un lado.
Del otro, el avance tecnológico con todos sus dones, aunque también con la bomba atómica; la luminosidad de Einstein y Hawking; la maravilla actual de las comunicaciones, que convirtieron el mundo en un pueblo, en el que todo se sabe y todos lo saben. Superstición o ciencia, la alternativa que ha regido el mundo hacia un lado o el otro.
Y ahora en nuestros días, cuando la medicina enfrenta a su más difícil enemigo, la discusión se vuelve a dar entre las vacunas científicas y los remedios milagrosos.
Hay en las redes una sospechosa y enorme cantidad de notas, artículos, memes y videos que «delatan» el peligro de las vacunas. Se habla de efectos secundarios catastróficos, de muertes multitudinarias, de graves engaños de las compañías farmacéuticas y los gobiernos.
Dan a entender que las vacunas son peores que el coronavirus, cuando han sido en realidad una solución de emergencia ante la grave crisis de salud que nos trajo la Covid-19, el peor mal de nuestra historia.
Con las vacunas no han bajado los contagios, pero sí las muertes, y este dato estadístico es razón suficiente para que se sigan aplicando.
Pero, claro, los charlatanes quieren seguir vendiendo sus pócimas mágicas, verdaderos venenos que sin embargo han sido un enorme negocio.
Y a usted le toca decidir. Es de vida o muerte (pero una muerte horrorosa, llena de dolor y soledad, como es la que produce el maldito bicho).